Con todo a punto, unos 20 minutos antes de la hora prevista,
ya me encontraba situado en la salida, relativamente cerca de las primeras
plazas y preparado para lo que se avecinaba. Pese a que el día anterior había
estado lloviendo bastante, hacía sol y pintaba que la temperatura iba a ser
perfecta, como así fue finalmente.
Se dió la salida de la que iba a ser mi tercera
participación en la Marcha Cicloturista Terra de Remences y el rápido primer tramo
hasta la collada de Capsacosta fue bastante tranquilo y no me costó demasiado
mantenerme cerca de las primeras plazas. En el ascenso a este primer puerto me
mantuve entre los watios previstos y viendo como se alejaban los más rápidos.
Esta marcha tiene la dificultad añadida para mí de que todos los participantes,
tanto los de la distancia larga como la corta, tienen el mismo tipo de dorsal, por lo
que es relativamente fácil pasarte de vueltas siguiendo una rueda que no toca o
llevando un ritmo equivocado. Por eso me concentré en no pasarme para llegar lo
más entero posible al tramo final e hidratarme y mantener una carga de CHO’s
casi constante.
Coronado el punto más alto, en grupo nos dirigimos hacia
Ripoll sin más preocupaciones que rodar lo más rápido posible pero sin malgastar
energías.
El puerto de Canes lo encaré de nuevo a un ritmo controlado
pensando en Bracons y Cantonigrós y, finalizado
este ascenso, la bajada fue bastante rápida aunque había algunos tramos húmedos
por la lluvia del día anterior.
El recorrido por Olot y la Vall d’en Bas también fué en
grupo y relativamente tranquilo. En el punto donde nos separamos los del
recorrido corto y largo, desaparecieron una gran parte de los integrantes.
Comprobé que, más o menos, había tardado lo mismo que el año anterior en el que
nos vimos obligados a realizar la distancia corta, por lo que me rondó la duda
de si me habría pasado de “vueltas” pese a las buenas sensaciones que aún me
acompañaban.
Y empecé el ascenso al Coll de Bracons, sabiendo que todavía
quedaba mucho recorrido por delante. Durante este ascenso ya no miré tanto los
watios pero intenté ir ascendiendo sin forzar en exceso y superando metros. En
esta ocasión y a diferencia de hace 4 años, se me hizo menos duro porqué conocía
lo que me estaba encontrando y porqué la transmisión elegida era mucho más
llevadera.
Todo lo que sube baja, y un rato después ya me encontraba en
el lado contrario en dirección a Manlleu. El descenso es un tramo continuo de
curvas donde volví a notar que la rigidez de la Tarmac te lo pone un poco más
facil. De nuevo me encontré integrado en un grupo, pero en el avituallamiento
de Manlleu tuve que dejar que se alejaran mientras repostaba los bidones.
Así que, después de rodar un rato en solitario, llegué a los
pies del puerto de Cantonigrós, donde el esfuerzo y los kilómetros realizados
ya empezaban a pasar factura en forma de calambres, aunque bastante menos que
en otras ocasiones. No es un puerto exigente en cuanto a pendiente, pero más
que largo, se me hace duro por el desgaste acumulado. Y por los comentarios que
pude escuchar, no soy el único.
Y por fin la última bajada hasta la Vall d’en Bas, rápida,
muy rápida. Curvas relativamente amplias, pocos coches, ganas de acabar y la
sensación de que la llegada por fin está cerca. Último “arreón” hasta la meta 5
horitas y 38 minutos más tarde de haber empezado.
Buenas sensaciones, creo que buen rendimiento final y otra
prueba superada. ¡A por la siguiente!
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